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Clase magistral de tecnología

Aunque siempre iba a ser difícil relevar al 360 Modena, la silueta afilada y las credenciales de alta tecnología del F430 lo convirtieron en un sucesor más que digno
Texto: Jason Barlow
Diferentes Ferraris para diferentes ferraristas. En el siglo XXI, Ferrari ha vivido una historia de diversificación. Es una estrategia astuta, ya que el mercado se atomiza y los consumidores ansían diferenciarse. Sin embargo, la saga de V8 con motor central de Ferrari despierta grandes amores, quizá porque para muchos devotos siempre ha sido la puerta de entrada a la marca. Compactos, de bellas proporciones y propulsados por un motor de ocho cilindros sonoro y con revoluciones invariablemente elevadas, son la quintaesencia misma de Ferrari.

Arriba: el nuevo aspecto decidido y elegante del Ferrari F430 fue cortesía de Pininfarina

Es increíble pensar que el F430, un ejemplar emblemático de la raza, tiene ya 20 años. El paso del tiempo no ha hecho sino reforzar su estatus como uno de «los grandes» Ferraris, mucho más que una evolución del 360 Modena que le precedió. Pininfarina reinventó la tipología del coche para darle un aspecto más decidido, con volúmenes más llenos, curvas más pronunciadas y elementos gráficos más nítidos. Pero en realidad se trató de una historia de innovación técnica que se remonta a una época de la historia de Ferrari en la que su dominio en la Fórmula 1 dio lugar a una sensacional transferencia de tecnología.

Ferrari calculaba que el F430 era un 70 % nuevo en comparación con el 360, pero este modelo en particular trascendía con mucho la suma de sus partes. Solo conservó las puertas y el techo: el chasis, el motor y la caja de cambios eran nuevos. Además, ahora en la ecuación entraba la magia del software, una tendencia subyacente que pronto se aceleraría vigorosamente.


De izquierda a derecha: el motor V8 del F430 era completamente nuevo; el coche contaba con una serie de configuraciones de conducción, mientras que su sistema de frenos inspiraba confianza al límite; este fue el primer Ferrari en incorporar el control "manettino" en el volante

A diferencia del F355 y el 360, el motor del F430 tenía cuatro válvulas por cilindro en lugar de cinco, pero un ingenioso sistema de distribución le permitía alcanzar las 8500 rpm con una potencia (490 CV) y un par considerablemente mayores, así que era más manejable y tiraba con increíble resolución mediante las marchas. La gestión del motor estaba a cargo de dos centralitas inteligentes y había un pulmón de flujo de aire variable con acabado craquelado y visible a través de la cubierta de cristal del motor.

Aunque Ferrari fue pionera del cambio manual semiautomático tanto en la Fórmula 1 como en sus coches de carretera, el F430 estaba disponible con un excelente cambio manual de seis velocidades. Pero también fue el primer modelo del Cavallino Rampante en el que los argumentos a favor del cambio de marchas automático eran irrefutables. Un nuevo embrague de doble disco mejoraba la durabilidad y los tiempos de cambio se redujeron a solo 150 milisegundos.

Arriba: gracias a los nuevos e innovadores tiempos de válvulas, el F430 ofrecía un rendimiento electrizante, pasando las marchas con un ímpetu considerable

Pero posiblemente la mayor innovación del F430 fue su «E-diff», un diferencial de deslizamiento limitado controlado electrónicamente que estaba integrado en el resto de los sistemas electrónicos del coche. Utilizaba sensores para medir los datos del ángulo de giro, la velocidad de cada rueda y la cantidad de guiñada, que se produce cuando el coche se desvía del eje vertical y amenaza con hacer un trompo.

El F430 fue también el primer Ferrari en incorporar el «manettino» en el volante para aprovechar las facultades del diferencial electrónico. Esta pequeña y delgada pastilla permitía controlar el chasis del coche mediante varios parámetros: uno para condiciones resbaladizas, el Sport para el uso diario, el Race para elevar la presión y dos para ajustar el control de estabilidad y tracción. Probablemente eran más adecuados para utilizarse en pista, pero demostraban lo capaz que era el coche en situaciones extremas. Los automóviles con motor central tienen una distribución óptima del peso y suelen ser los más equilibrados en respuesta de manejo, al menos hasta que se alcanza el límite. Llegado este punto, la física y el momento polar inferior del coche toman el control y el conductor debe reaccionar. Tal era la sofisticación del F430 que telegrafiaba el momento en que estaba a punto de derrapar con la suficiente antelación para que el sobreviraje pudiera disfrutarse y corregirse con confianza. El resultado fue el Ferrari con motor central más manejable jamás fabricado.


Arriba: la versión Spider del F430 agregó la emoción de la conducción al aire libre a las impresionantes credenciales de su hermano con techo rígido

Su sistema de frenos también respaldaba esta sensación general de confianza. Los discos de acero eran de serie, los cerámicos de carbono una opción deseable, pero fuera cual fuera el equipamiento del coche, su respuesta en frenada era soberbia. Los avances en aerodinámica también ayudaron a mejorar la conexión del conductor con el coche y la carretera: difusores traseros agrandados, un alerón delantero reconfigurado, nuevas tomas de aire laterales y unos nuevos bajos... todo ello hacía que el F430 sufriera un 50 % menos de sustentación que el 360. Cuanto más rápido conducías, más estable e inspirador se volvía, aunque también era amable y dócil a velocidades de autopista.

El 430, por supuesto, dio origen más tarde a uno de los grandes Ferraris de todos los tiempos, el 430 Scuderia, un coche en cuyo desarrollo desempeñó un papel clave un tal Michael Schumacher. Pero esa es otra historia que dejaremos para otro día.