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Con el segundo puesto en Abu Dabi, los cuatro años de Sainz en la Scuderia Ferrari llegan a su fin. Nos despedimos volviendo a publicar esta entrevista en la que habla de la relación con su padre

Texto: Davide Marchi / Fotos: Mattia Balsamini

Desde Antonio y Alberto Ascari en los años 20, pasando por Gilles y Jacques Villeneuve, Graham y Damon Hill, Keke y Nico Rosberg y, más recientemente, Michael y Mick Schumacher, la Fórmula 1 está llena de dinastías legendarias de padre e hijo.

Pero el caso de la familia Sainz es más inusual. Carlos, que debutó en la Fórmula 1 en 2015, se ha unido a la Scuderia Ferrari esta temporada. Al igual que muchos de los corredores mencionados anteriormente, también tiene un padre con un ilustre pedigrí en el automovilismo.




Carlos Sainz celebra en el podio del Gran Premio de Abu Dabi de este año




Pero esta vez el hijo no podrá igualar las hazañas de conducción del padre, aunque solo porque Carlos Sainz padre es una leyenda en el mundo de conducción de rallies, por lo que haría falta un inusual cambio de trayectoria por parte de Carlos, del tipo que muy pocos corredores han intentado y que casi siempre termina de forma decepcionante, incluso para grandes como Kimi Räikkönen. En una impresionante carrera de casi veinte años, Sainz padre fue dos veces campeón del mundo y ganador de unos 26 rallies, y aún no ha colgado el casco de piloto.




El orgulloso padre Carlos Sainz ha guiado la carrera de su talentoso hijo hasta la cima de la Fórmula Uno. La cercanía de su vínculo es tan fuerte hoy como lo ha sido siempre




«Es una fuerza de la naturaleza que nunca se detiene», dice su hijo. «Continuamente te empuja a subir siempre el listón. Es alguien que, cuando dejó de competir en rallies, decidió pasarse al raid y consiguió ganar tres veces la prueba más dura de todas, el rally Dakar», explica Carlos. «Y en 2022 va a volver a participar».

Este año, a la edad de 59 años, Sainz padre se ha embarcado en una nueva aventura para competir en el Extreme E conduciendo vehículos SUV muy rápidos de motor eléctrico. «Mi relación con él siempre ha sido muy intensa», afirma el madrileño de 27 años. «Mi padre no sabe estar quieto y, para mí, de niño, eso significaba verme siempre impulsado a hacer más. Cuando me aficioné al karting, me apoyó y me motivó y le pareció bien que no siguiera sus pasos». Ya consolidado en la Fórmula 1, Carlos se sincera sobre el reto de llevar el apellido Sainz.




De izquierda a derecha: Carlos Sainz visita la fábrica de Ferrari en Maranello; prueba el nuevo superdeportivo F80 en la pista de Fiorano; posando delante de su 812 Competizione Tailor Made; Carlos vistiendo prendas de la colección de moda SS/25 de Ferrari





«Siempre ha sido un honor», subraya, «aunque al principio de mi carrera también fue una carga, ¡pero eso no es culpa suya!». Sobre el mundo de las carreras dice: «A veces hay bastante cinismo entre los conocedores del sector y los medios de comunicación y cuando empecé mucha gente insinuaba que solo estaba allí porque era el hijo de un campeón. En esa época mi padre me animó y me ayudó a dar lo mejor de mí. Así pude demostrar, con mis resultados, que merecía la carrera que me estaba labrando». Todo eso fue hace mucho tiempo. «Diría que desde entonces he aprendido a valerme por mí mismo», afirma con una sonrisa relajada. «¡Pero para mí sigue siendo de capital importancia saber que mi padre está a mi lado!».

Sainz padre es una presencia discreta, tanto en casa como en el paddock, pero continúa siendo una figura central en la vida de su hijo, como revela Carlos en una anécdota sobre su fichaje por Ferrari. 

«Siempre recordaré el día en que cerramos el trato. Como suele ocurrir, tuvimos que trabajar en varios borradores del contrato, con muchas reuniones y correos electrónicos que iban y venían entre Madrid y Maranello. Además, todo tenía que hacerse por videollamada, ya que con la covid era imposible viajar. Aquella mañana me levanté a las 8 y mi padre me dijo: “Coge un bolígrafo, ha llegado el contrato de Ferrari. Y tienes que firmarlo”. Todavía estaba en pijama», ríe Carlos. «¡Pero firmé allí mismo!».




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