Maranello, 18 de julio de 2020 - Enzo Ferrari escribió un día: “Son los sueños los que hacen vivir al ser humano. El destino está en buena parte en nuestras manos, siempre que tengamos claro qué queremos y estemos decididos a conseguirlo”. Esta frase le viene al pelo a Charles Leclerc, piloto de la iniciativa Mission Winnow de la Scuderia Ferrari. Nacido en una familia de clase media, el monegasco ha ido quemando etapas en el deporte del motor y ganando títulos en cada categoría en la que ha participado hasta que el año pasado, unos meses después de llegar a la Formula 1, comenzó como titular del equipo de Maranello, el único presente en los campeonatos de F1 desde la primera temporada de la competición.
En estos meses de parón forzoso a causa de la pandemia, Charles no ha perdido de vista sus objetivos, ni se ha olvidado de todas las personas que lo quieren y apoyan. Ha sido también por ellos por lo que, durante el confinamiento, ha brindado una actuación espectacular en las carreras virtuales, pero no solo en ellas. Ha participado también en otros juegos aparte de los de motor y, en una ocasión, llegó incluso a comprar un disfraz de plátano para encarnar al personaje de un conocido videojuego.
Leclerc ha permanecido al lado de la Cruz Roja de Mónaco e Italia prestando su ayuda en diversas actividades benéficas y ha representado a Ferrari en dos iniciativas que guardan más de una semejanza entre sí, aunque son completamente distintas. A finales de mayo, justo el fin de semana en el que Charles habría tenido que correr el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, al despuntar el alba, Leclerc dio una exhibición de velocidad sobre el trazado del Principado al volante de un SF90 Stradale y como protagonista del cortometraje “Le grand rendez-vous” del director francés Claude Lelouch.
Pero la exhibición más importante de Charles fue en Maranello. El jueves 18 de junio, otra vez al amanecer, a las 6:30 de la mañana, el monegasco se embutió en un Ferrari y lo condujo por las calles del municipio donde tiene su sede la casa del Cavallino Rampante. Pero esta vez no se trataba de un modelo de carretera, sino que Charles recorrió Maranello a bordo del SF1000 con el que se disputarán los Grandes Premios de la temporada 2020 de Fórmula 1. Tras bajarse la visera, Leclerc salió por el mismo portón que cruzó Enzo Ferrari al volante del 125 S el 12 marzo de 1947 y tras el cual se han concebido durante mucho tiempo los coches de Fórmula 1 del Cavallino.
Charles pasó por delante de la actual sede de la Dirección Deportiva, en la que se han diseñado, construido y desarrollado todos los monoplazas desde 2015. Después giró a la izquierda para pasar por el Museo Ferrari, otro lugar lleno de tradición, y finalizó el trayecto en la pista de Fiorano, el banco de pruebas de todos los Ferraris desde 1972: “Ha sido una buena manera de decir que estamos listos para volver a la pista –contaba Charles al final de la exhibición al amigo y embajador de la Scuderia Ferrari, Marc Gené–, conducir el Ferrari ha sido siempre mi sueño– explicaba el piloto – lo hice en Mónaco hace algunas semanas, pero lo que ha ocurrido hoy en Maranello ha sido verdaderamente extraordinario”.
“La primera vez que vine a Maranello era un crío –contaba Charles– y recuerdo que esta ciudad me gustó enseguida porque todo aquí huele a Ferrari y yo soñaba con el Cavallino Rampante. Me atrevería a decir incluso que Ferrari es Maranello y Maranello es Ferrari, por lo que poder conducir mi F1 por las calles de esta ciudad ha sido algo realmente sensacional. Y haberlo hecho vestido con este mono rojo, como piloto oficial, ha sido un sueño”, concluía el monegasco. Otro sueño hecho realidad. Uno de los muchos que quedan por cumplir, pero, al fin y al cabo, ¿no vivimos de sueños?