La Fórmula 1 está apostando fuerte por Las Vegas. A mediados de noviembre, el deslumbrante Strip acogerá una carrera nocturna que previsiblemente ofrecerá un gran espectáculo de luces, velocidad y glamur. El expiloto Eddie Cheever conodujo el ágil Ferrari 296 GTS por el circuito urbano, recordando otro podio de hace 40 años en un GP muy diferente
En una reciente noche de verano en Las Vegas, en el Strip iluminado por luces de neón con la potencia de mil soles, Eddie Cheever, leyenda del automovilismo, se subió a un Ferrari 296 GTS y retrocedió en el tiempo.
«Tengo 65 años, así que pedirme que condujera un Ferrari por el Strip de Las Vegas a las dos de la madrugada fue un poco locura», asegura Cheever riendo. «Pero ya solo sentarme en aquel Ferrari fue genial. Me sentí como un adolescente pisando el acelerador».
El motivo que indujo a este piloto nacido en Estados Unidos y criado en Italia a subirse en aquel 296 GTS en la legendaria ciudad de Nevada fue recorrer una pequeña porción de una pista de Fórmula 1 que se está resucitando para el Gran Premio Heineken de Plata de Las Vegas de Fórmula 1 de 2023, que tendrá lugar el 18 de noviembre.
La última vez que los coches de Fórmula 1 rugieron en la «Ciudad del Pecado» fue en 1982, una carrera que Cheever estuvo a punto de ganar con su Ligier-Matra, pero se conformó con el tercer puesto tras dañar una pieza de la suspensión. Recuerda casi físicamente el intenso calor de la carrera. Por increíble que parezca, la competición se celebró durante el día, cuando las temperaturas del desierto suelen superar los 38 °C. En la carrera de noviembre, los pilotos contemplarán Las Vegas en todo su esplendor de luz artificial cuando se dé el banderazo de salida a las diez de la noche, hora local.
Cheever, que en la actualidad es asesor estratégico y de desarrollo internacional para la NASCAR y la IMSA, dedicó una década a la Fórmula 1 con equipos como Tyrrell, Alfa Romeo y Renault. Y aunque no corrió para Ferrari durante su etapa en este deporte de motor, estuvo muy cerca de unirse a la escudería del Cavallino Rampante por invitación personal del propio Commendatore Enzo Ferrari.
Un día de 1977, un Cheever de apenas 18 años, recién salido de sus impresionantes actuaciones en karting y después en Fórmula 2, oyó sonar el teléfono de su casa. Era Ferrari; poco después tomaba asiento ante el mismísimo Enzo.
Estaba todo prácticamente decidido. A Cheever le dieron la opción de correr y realizar pruebas exclusivamente para Ferrari en la temporada de 1978, pero su programa de competición aún no estaba definido. «Era más de lo que podía asimilar», explica en voz baja.
Pero el destino intervino cruelmente. Cheever aún estaba obligado a completar una carrera de seis horas en Italia para BMW. Cuando recorría una recta a 140 km/h y giraba a la derecha para entrar en una curva, la suspensión cedió. El accidente destrozó el coche y dejó a Cheever con cinco huesos rotos en la mano izquierda.
«Pasé la semana en el hospital y allí leí que Ferrari había fichado a un amigo mío, Gilles Villeneuve», recuerda Cheever. La pasión por correr en Fórmula 1 llevó a Cheever a pedir inmediatamente a la escudería Ferrari que le liberara de su contrato.
«De todas las decisiones que uno toma en la vida, esa fue quizá la que más lamenté», recuerda. «Lo hice porque tenía prisa, no quería bajarme de la ola en la que estaba subido. Así que pasé del mejor coche de Fórmula 1 al peor».
Inevitablemente, los pensamientos de Cheever vuelven al 296 GTS con el que bailó brevemente en la renacida pista de Fórmula 1 de Las Vegas. Así pues, ¿tal vez ha llegado el momento de que un 296 GTS se una a la familia Cheever?
Suelta una carcajada. «Tal vez, tal vez», afirma, y añade que ha estado preguntando a los expertos en los boxes de la serie IMSA sobre el nuevo Ferrari porque le pica la curiosidad. «Estos coches tienen algo».
Cheever puede ser un piloto estadounidense, pero parece que su sangre es de color Rosso Ferrari.