Todos se enamoraron de él. Los rumores familiares de que el adolescente Meshal pudo haberse sentado al volante de aquel coche antes incluso de sacarse el permiso de conducir son algo que «no puede comentar», bromea en un inglés excelente. Tras estudiar en Estados Unidos y aún con veintitantos años, adquirió su primer Ferrari: un 550 Maranello. Ahora, con una exitosa carrera en el negocio familiar (inmuebles comerciales, además de diversas inversiones en banca y finanzas europeas), la relación de Meshal con la marca ha madurado hasta hacer de él un ferrarista comprometido y muy exigente.
Actualmente posee «cerca de una docena» de Ferraris, «desde el V6 hasta el híbrido, el LaFerrari y el SF90». Es una pasión por los automóviles que le gusta compartir con sus hijos mayores. Su hijo Khaled está haciendo carrera en el negocio familiar y, a sus 26 años, ya compite y gana en la serie Challenge. Su hija Sarah, de 24 años, ha obtenido un título de maestría en Inglaterra. Ambos disfrutan haciendo uso del garaje de su padre.
«Cuidan y respetan los coches, y confío en ellos lo suficiente como para dejárselos todos», asegura Meshal. «¡Menos el LaFerrari!», se corrige rápidamente. «Conseguir repuestos no sería tan sencillo», explica con una risa ligeramente nerviosa.
En la actualidad se está diseñando en Kuwait un «garaje-museo», un hogar ultramoderno expresamente concebido para su colección, que el año que viene albergará una veintena de coches.
Hablando apenas un día después de su última visita a Maranello, confirma que los seis V12 de su equipo se han sometido al tratamiento Tailor Made, lo que refleja un elemento artístico acorde con la respetada posición de la familia Al Marzouq como expertos en arte.
«Para mí el V12 es como una “línea” que recorre Ferrari. Conduzco muchos otros coches, pero un V12 es un V12», opina. «Es por el sonido», continúa. «Todo, el par motor y el sonido, me dan “sensación” de plenitud». Piensa detenidamente antes de añadir: «Hoy en día hay un montón de coches nuevos, como los híbridos y muchos otros. Pero con el V12 la sensación es diferente». Suspira y añade en voz baja: «Totalmente diferente».
Su coche de diario es siempre un Ferrari. «Mi coche básico es el SF90 Stradale», explica. «Es híbrido, así que es silencioso. Por eso, cuando me voy de casa y llego a la oficina, nadie se entera», revela con una carcajada. «Después, sobre todo los fines de semana, disfruto con los V12».
Durante la conversación menciona a su hermano, célebre criador de caballos en una parte del mundo reconocida por sus caballos de raza. Esto le incita a intentar explicar de nuevo por qué el V12 es tan especial para él.
«Sin duda, está el sonido», reitera, «pero, para ser sincero, también la potencia». Hace una pausa, alza la mirada en busca de inspiración, y continúa lentamente. «Sí, es como cuando montas a caballo y tiras de las riendas. Porque el caballo siempre está listo para salir al galope, preparado para ponerse en marcha en cuanto lo necesites».
¿Y el V12 es como un caballo de raza impaciente por que le suelten las riendas? «Sí, exactamente como un caballo». Es una analogía acertada que provoca una gran sonrisa de satisfacción en su rostro.