Desde las curvas que atraviesan los antiguos viñedos de Collio hasta las rectas a través de la laguna de Grado, desde las grandes vías del Trieste imperial hasta los caminos «ondulantes» a lo largo de la costa: Friuli-Venecia Julia, la región más oriental de Italia, lindante con la frontera con Eslovenia, ofrecía en todos los sentidos un itinerario fascinante para una prueba de conducción del Ferrari 296 GTS.
Al volante durante este par de días de diversión intensa estaba el piloto de Ferrari GT Miguel Molina, quien —entre sus muchas victorias automovilísticas— también puede presumir de un primer puesto en las 24 Horas de Spa-Francorchamps.
«Me subí al 296 GTS por primera vez después de haber probado el 296 GT3 en el circuito y me impresionaron la potencia extraordinaria y el increíble placer de conducir que ofrece esta “versión de carretera”, así como la forma sublime en que funcionan al unísono la combustión interna y los motores eléctricos», comenta Molina.
«No tienes la menor sensación de estar al volante de un 6 cilindros. Es un coche muy divertido en todas las circunstancias».
La diversión comenzó en las calles de la ciudad, que el 296 GTS abordó con su espíritu «verde». Trieste, capital de la región, famosa por sus blancos palacios de estilo imperial de los siglos XVII y XVIII, sus amplias plazas y anchas calles junto al mar, es una ciudad que ofrece muchos lugares hermosos para disfrutar a baja velocidad.
Y el motor eléctrico de Ferrari, con sus 25 kilómetros de recorrido solo eléctrico, fue el compañero perfecto para Molina durante sus andanzas urbanas.
«Para un piloto de carreras es una sensación un poco extraña conducir en completo silencio, pero fue muy agradable, muy fluido. El salpicadero digital del coche cambia para mostrarte solo la información que necesitas, pero incluso en este nuevo entorno "eléctrico" siempre te sientes al volante de un Ferrari».
En un espléndido día despejado de otoño, Molina no pudo resistir la tentación de pulsar el botón y ver desaparecer el techo del 296 GTS en solo 14 segundos. A partir de ese momento, pudo disfrutar de los olores y los colores del campo y el mar de las carreteras costeras que se abren paso entre empinadas laderas y pendientes escarpadas sobre el agua a sus pies.
Tras el silencio de las calles del centro, los 830 CV del seis cilindros rugieron suavemente al cobrar vida. «El sonido del motor sin la capota es potente, agresivo... es Ferrari, pero no excesivo», observa Molina. «Yo diría que es un sonido moderno. Y la conducción también es cómoda, sin turbulencias. El flujo de aire no es molesto en absoluto».
Las estrechas carreteras de Collio presentan curvas angulosas que escalan las colinas y se abren a vistas infinitas, lo que permitió a Molina probar la naturaleza dinámica de la corta batalla del 296 GTS.
«En esas carreteras, la sensación al volante es extraordinaria. El coche es realmente compacto y su capacidad de reacción, inmediata. Al subir las colinas a gran velocidad y doblar estas curvas cerradas, la sensación es de una agilidad excepcional».
Al final del día, el recorrido lo trajo de vuelta al mar. Esta vez, en lugar de los acantilados, Molina tomó las rectas que bordean el lago de Grado. Las tranquilas aguas acariciaban la carretera a cada lado. Allá a lo lejos, en el centro de la laguna, los altos campanarios de las isletas proyectaban su larga sombra sobre cabañas de pesca y pequeños muelles.
The Official Ferrari Magazine tenía preparada una pequeña sorpresa para Miguel Molina: cerró el tráfico en el puente de 4 kilómetros que cruza la laguna y que conecta la localidad de Grado con el continente. Un pequeño «regalo» que permitió al piloto pisar el pedal a fondo y alcanzar el récord de potencia del coche de 221 CV por litro.
«¿Qué puedo decir?», exclama Molina con una sonrisa revelando todo el placer que siente al recordar aquel esprint.
«La aceleración es realmente poderosa. Cuando se activan ambos motores, te aplastas contra el asiento. Es una sensación maravillosa que refleja perfectamente la naturaleza de este coche».