El viaje ha sido mágico. Hemos atravesado los cinco continentes a lomos de un pura sangre de metal llamado Ferrari Portofino. Con el cielo por techo y el aire en el rostro, veloces como un jet, pero sentados en primera clase.
Saboreando las curvas infinitas de la costa neozelandesa, acelerando por los desiertos orientales, recorriendo con admiración las calles de Hong Kong. ¿La meta? El hogar, Maranello. En busca del regalo perfecto en la Ferrari Store.
Felices fiestas