Ferrari logo

Grazie Mille

16 maggio 2016

Texto Jason Barlow

La gran carrera de ruta italiana permite a los Ferraristas de todo el mundo formar parte de la historia


La edición 2016 de la Mille Miglia comienza esta semana. La insuperable joya de la corona del mundo del automóvil histórico, es a menudo peculiarmente italiana: un emocionante y con frecuencia caótico anuncio de 1.000 millas del indestructible encanto del automóvil (y de Italia, en este caso).

 

Actualmente es una carrera de regularidad, pero al haber competido en estos últimos tres años puedo confirmar que todavía sigue habiendo pilotos “que lo ven todo rojo”. Sin embargo, sus raíces son como una carrera épica de pura sangre, que abarca algunos caminos legendarios, un paisaje impresionante y un seguimiento muy apasionado.

 

La primera carrera se disputó en 1927 y la organizaron el conde Aymo Maggi y Franco Mazzotti, al parecer descontentos de que Brescia, su ciudad natal, hubiera perdido su estatus cuando se asignó el Gran Premio de Italia de automovilismo a Monza. Setenta y siete coches se alinearon el 26 de marzo 1927 y siguieron una figura en forma de ocho de Brescia a Roma, ida y vuelta. Se disputaron 23 carreras más antes de que aconteciera el fatal accidente de 1957.

 

Es un evento que ayudó a forjar muchas grandes reputaciones. Alfa Romeo es una marca que todavía tiene un gran renombre, entre otras cosas porque su récord de 11 victorias en la Mille Miglia nunca será superado.

 

Todo coleccionista de coches que se precie desea un 6C 1750 como el que pilotó Tazio Nuvolari cuando se proclamó campeón en 1930. Rudolf Caracciola ganó al año siguiente con un Mercedes-Benz SSK, la única interrupción en la década de victorias del equipo de Milán cuyas hazañas en las carreras eran, obviamente, seguidas muy de cerca por Enzo Ferrari.

 

La empresa de coches Auto Avio Costruzioni, recién creada por Enzo, participó en la carrera 1940, que se reanudó después de un año de descanso y se llevó a cabo en el mismo tramo recorriéndolo un cierto número de veces y no en el circuito de las 1.000 millas (increíble pensar que llegara a celebrarse visto lo que estaba ocurriendo en Europa y, de hecho, entre 1941 y 1946 no se disputó ninguna más).

 

Después de fundar su propia empresa en 1947, la Mille Miglia ocupaba un lugar preferente en la lista de ambiciones de Enzo Ferrari. Uno de los primeros logros de Ferrari llegó en 1948, cuando Clemente Biondetti ganó con un 166 S; y volvió a ganar en 1949 con el 166 MM Barchetta, demostrando que el advenedizo equipo de Maranello no era flor de un día. Ferrari ganó al año siguiente con el aristócrata de Vicenza Giannino Marzotto, que se hizo famoso por correr con un traje de chaqueta de doble pecho. 

Marzotto volvió a ganar en 1953 al volante de un Ferrari 340 MM Vignale (el Cavallino Rampante también obtuvo victorias en 1951 y 1952), y Stirling Moss ganó en 1955, conduciendo un Mercedes con su copiloto Denis Jenkinson.

 

Su aparición de ese año se cita a menudo como la mejor conducción de carreras de la historia, Moss finalizó el recorrido en 10 horas y siete minutos, con un promedio de 98 mph.

 

“Ganar la Mille Miglia era un reto más difícil que Le Mans", me dijo hace poco. "La tensión en el coche era mucho más alta, corrías por vías públicas. Conseguí aprenderme la Targa Florio, y sabía cómo poner el coche en cada curva. Sin embargo, no pude con la Mille Miglia: no puedes aprenderte 1.000 millas. Para ser honesto, la Mille Miglia fue la única carrera que realmente me asustaba, al menos hasta el momento en que bajaba la bandera”.

 

Quizás Moss tuviera razón al ser cauto. Al año siguiente, él y Jenks se escaparon por un pelo con el Maserati 350S. Eugenio Castellotti ganó para Ferrari con el MM 290. En 1957, Piero Taruffi triunfó pilotando un Ferrari 315 S.

 

Sin embargo, fue una carrera devastadora y fatídica, y la última de la original Mille Miglia. Otro gran piloto de Ferrari, Alfonso de Portago, perdió el control cerca del pueblo de Guidizzolo y tuvo un accidente en el que fallecieron él, su copiloto y nueve espectadores.

 

El peso de la historia, tan gloriosa como trágica, hará mella en la mente de todos los que participan en la carretera esta semana. Y con razón.