El sucesor del F40, que se presentó en el Salón Internacional del Automóvil de Ginebra de 1995 con el fin aparente de conmemorar el 50 aniversario de Ferrari, se adelantó un par de años.
Encargado por Luca di Montezemolo, el entonces presidente de Ferrari, para representar la cúspide absoluta de la tecnología de los coches de carretera, el cometido del F50 era todo un reto: trasladar los conocimientos de las carreras a un superdeportivo de serie limitada y, para un número reducido de clientes, reproducir (lo más fielmente posible) la experiencia completa de la Fórmula 1 en carretera abierta.
Diseñado por Pininfarina, el F50 estaba equipado con un motor desarrollado a partir del V12 atmosférico de 3,5 litros que llevó al F1-90 a seis victorias en la temporada de 1990, cinco de la mano de Alain Prost y una de Nigel Mansell. Evidentemente, se necesitó una cantidad considerable de trabajo para adaptar aquel temible motor de 5 válvulas por cilindro a un coche de carretera, donde la potencia y el par máximo en torno a las 12 750 rpm habrían sido un hándicap.
Así que la cilindrada se aumentó finalmente a 4,7 litros y, aunque el incremento de potencia respecto al F40 no fue enorme (apenas un poco más de 40 CV), los conductos de admisión de longitud variable y un sistema de escape variable (con válvulas bypass de mariposa en los colectores 6-2-1) hicieron la potencia y el par más accesibles hasta la línea roja de las 8500 rpm. Junto con los avances realizados en el chasis y la suspensión, el aumento del rendimiento general fue suficiente para reducir en cuatro segundos el tiempo por vuelta en Fiorano.
Diseñado internamente por el avanzado departamento de Ingeniería de Ferrari, que se encuentra en la planta de Carrozzeria Scaglietti en Módena, aquel chasis era el otro elemento tomado directamente de las tecnologías de la Fórmula 1.
El monocasco era de fibra de carbono preimpregnada T300 y se fabricó, junto con la carrocería de fibra de carbono, en ATR en Italia. En otro guiño directo al monoplaza, el grupo propulsor V12 era un componente autoportante, atornillado directamente al chasis, y la caja de cambios soportaba la suspensión trasera. La suspensión también era de competición, con varillas de empuje y dobles trapecios completos, así como amortiguadores Bilstein integrados con amortiguación electrónica.
El resultado fue un verdadero sucesor del F40, aunque pueden hacerse pocas comparaciones directas entre ambos en cuanto a tecnología o sensaciones de conducción. El F40 se catapultaba hasta los 324 km/h con un V8 turboalimentado simple y sin florituras, mientras que el F50 aullaba hasta los 325 km/h gracias a aquel V12 atmosférico del F1-90.
Y mientras que el F40 se había diseñado con un mínimo de comodidades (las puertas incluso llevaban tiradores de alambre en el interior para abrirlas), mecánicamente el F50 era igual de puro, sin servofreno y con dirección no asistida.
El habitáculo, diseñado internamente por Ferrari Engineering, seguía siendo bastante espartano, aunque con un avanzado (para la época) cuadro de mandos LED. A solo un par de años de que la innovadora tecnología de caja de cambios semiautomática de Fórmula 1 de Ferrari llegara a producción, el F50 sería el último superdeportivo de edición limitada equipado con una caja de cambios manual de 6 velocidades.
Pero la gran diferencia entre el F40 y el F50 no se encontraba en los coches en sí, sino en la cadena de producción. Entre 1987 y 1992 se fabricaron un total de 1311 unidades del F40. ¿Y del F50? Únicamente se fabricaron 349 ejemplares entre 1995 y 1997, lo que lo convierte no solo en lo más parecido a un coche de Fórmula 1 de carretera que Ferrari haya fabricado jamás, sino también en uno de los más escasos.