Chris Rees
Aprovechando la presentación del espectacular Monza SP2 en el Festival de la Velocidad de Goodwood, nos hemos puesto el cinturón para subir la mítica colina de Goodwood a toda velocidad
¿Puede haber mejor evento que el Festival de la Velocidad de Goodwood para probar las prestaciones del nuevo Monza SP2 de Ferrari? Inspirado en modelos de competición de los años 50 como el 750 Monza o el 860 Monza, este formidable descapotable lleva escrita la palabra "velocidad" en su ADN. Y velocidad es exactamente lo que estoy a punto de experimentar en este ascenso a la colina, que recorre la propiedad de Goodwood House, mansión del Duque de Richmond.
Con el casco puesto, un sol reluciente y los aplausos del público como sonido de fondo, nos dirigimos a la línea de salida con mucho tiempo de antelación. Con un simple gesto de la mano, el comisario de pista indica el comienzo de la carrera. La salida es explosiva pero controlada, como una catapulta. Literalmente puedo sentir como me tiemblan las mejillas por el efecto de la fuerza g. Prácticamente sin darnos cuenta, hemos alcanzado la primera curva a la derecha, que el Monza SP2 resuelve con una velocidad y una limpieza que no se esperan en un coche de carretera homologado.
A continuación llega la recta principal, donde el motor V12 de 810 cv exhibe toda su potencia. La velocidad va aumentando con una energía sorprendente y, de repente, siento que estoy en un avión en vez de un coche. El viento pasa como un huracán; el rugido del motor y los tubos de escape retumba en el aire; tengo una sensación de libertad desbocada. Rápidamente, con absoluta confianza, los frenos reducen la velocidad en milésimas de segundo mientras el cerebro se concentra en tomar Molecomb Corner, la infame curva cerrada a la izquierda de Goodwood.
Al pasar por las gradas, escucho los aplausos de la multitud enfervorizada mientras nos dirigimos como un cohete hacia la lo alto de la colina. En menos de un minuto, los cuadros de la línea de meta indican el final de la carrera. Ha sido una experiencia visceral, pura, emocionante, brutal. Seguramente estoy sintiendo lo mismo que sentía un corredor al final de una competición en los años 50. Aquello que, en pocas palabras, convierte al Monza SP2 en algo tan absolutamente único.