En el GP de Las Vegas de este año, Ferrari celebra un importante aniversario: en 1982, ganó el campeonato de constructores, el primer título mundial de Fórmula 1 para un coche turboalimentado
La mayoría de los coches de carretera actuales son turboalimentados, al igual que todos los coches de Fórmula 1. El reciente GP de Las Vegas celebró un importante hito del turbo. Se cumplían 42 años del primer campeonato de Fórmula 1 ganado por un coche turboalimentado: en 1982, el 126 C2 de Ferrari consiguió en Las Vegas el título mundial de constructores para la Scuderia.
Fue la última carrera de una temporada trágica pero triunfal. El nuevo coche turbo de Ferrari ganaría tres carreras, así como el codiciado título de constructores. Sin embargo, Gilles Villeneuve, de quien se decía que era el piloto favorito de Enzo Ferrari, perdió la vida durante la clasificación para el GP de Bélgica. Didier Pironi, su compañero de equipo en Ferrari, lideró el título de pilotos durante gran parte del año y casi con toda seguridad habría sido campeón del mundo de no ser por un accidente en Alemania que puso fin a su carrera. Aun así, quedó subcampeón.
El GP del Caesars Palace de 1982 fue la segunda carrera de Fórmula 1 celebrada en la capital del juego de Nevada. A diferencia de la carrera de este año, disputada en un circuito urbano a través de la ciudad, las ediciones de 1981 y 1982 tuvieron lugar en el aparcamiento del famoso hotel Caesars Palace.
El histórico 126 C2 de 1982 era el desarrollo ulterior del 126 CK de 1981, el primer coche de Fórmula 1 turboalimentado de Ferrari. Propulsado por un motor V6 de 1,5 litros, el 126 CK era potente y rápido, pero también difícil de conducir y poco fiable. Sin embargo, Villeneuve ganó de forma convincente en Montecarlo y en España, dos de las mejores victorias del piloto canadiense. El sucesor del 126 C2, el 126 C3 con forma de flecha, también ganaría el título de constructores y cuatro Grandes Premios, además de casi otorgarle a René Arnoux el campeonato de pilotos.
Los coches turboalimentados dominaron la Fórmula 1 hasta 1989, cuando se prohibieron por su elevado coste. La turboalimentación desapareció de la Fórmula 1 durante 25 años antes de regresar en 2014; desde entonces, propulsa todos los coches de F1.
El turbocompresor ha demostrado ser una de las herramientas más importantes del arsenal de un ingeniero de grupos propulsores, ya que permite que los motores sean más pequeños y, a la vez, más potentes. El turbocompresor introduce aire a presión en el motor y, si se trata de un motor de combustión interna, más aire significa más potencia.
Ferrari fue pionero de la turboalimentación en los coches deportivos gracias a la experiencia adquirida en la Fórmula 1. El primer Ferrari turbo de serie fue el 208 GTB Turbo, lanzado el mismo año en que el 126 C2 obtuvo el título de constructores. El único turbocompresor KKK ayudaba a compensar el déficit de potencia causado por la menor cilindrada. El V8 turbo producía 220 CV, frente a los 240 CV del 308 GTB de 3 litros. Además, su motor de 2 litros le proporcionaba ventajas fiscales en su mercado nacional.
Más célebre fue el GTO de 1984. Hoy reconocido como el primer superdeportivo moderno de edición limitada (o «hipercoche»), el GTO era exclusivo (solo se fabricaron 272 unidades) y extraordinariamente rápido. Dos turbocompresores elevaban la potencia del V8 a 400 CV que, combinados con la ligera carrocería de materiales compuestos, proporcionaban al GTO unos niveles realmente sensacionales de rendimiento. Su velocidad máxima superaba los 300 km/h y tardaba únicamente 4,9 segundos en pasar de 0 a 100 km/h. Como suele ocurrir con Ferrari, gran parte de los conocimientos sobre el motor turbo y los materiales ligeros del GTO procedían de la Fórmula 1. Y el resultado fue el primer modelo turboalimentado de altísimas prestaciones del Cavallino Rampante .
El sucesor del GTO, el F40, era aún más estimulante. Cuando salió a la venta en 1987, también era el coche de carretera más rápido del mundo. Al igual que el GTO, utilizaba un V8 biturbo que proporcionaba una impresionante potencia de 478 CV y lanzaba el coche de 0 a 100 km/h en solo 4,1 segundos, unas cifras escandalosas para la época. Sería el último coche de carretera firmado personalmente por Enzo Ferrari, que falleció en 1988. Fue un especie de canto del cisne. Muchos siguen considerando el F40 como el superdeportivo más emocionante de todos los tiempos, desde su elegante contoneo hasta la garra del turbo.
A continuación, la turboalimentación pasó a aumentar las prestaciones de varios Ferraris modernos, como el California T de 2014 y el 488 GTB de 2015. Desde entonces, todos los Ferraris V8 berlinetta de motor central han disfrutado de potencia turbo, incluido el 296 GTB actual, que, al igual que los coches modernos de Fórmula 1, también cuenta con asistencia híbrida eléctrica.
Tanto la potencia turbo como la híbrida contribuyen al fenomenal rendimiento del último buque insignia de Ferrari de edición limitada, el F80. Gran parte de la tecnología que impulsa este modelo halo procede del último coche de Fórmula 1 pilotado por Charles Leclerc y Carlos Sainz en Las Vegas. A su vez, el linaje de este coche se remonta hasta el 126 C2 que celebró el primer título mundial de la era turbo, conseguido en un aparcamiento del hotel más famoso de Las Vegas.