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SECRETOS DEL GARGANO

07 dicembre 2020

La región de Puglia (Apulia en español) es conocida como el tacón de la inconfundible forma de bota que marca la fisonomía de la península italiana. Al norte de la región emerge majestuoso el Gargano como un espolón que se proyecta sobre el mar Adriático.

Desde los fenicios en el siglo IX a. C. hasta las colonias de la antigua Grecia, las invasiones sarracenas del siglo XVI o las incursiones de los remotos normandos, todos los pueblos que han visitado este promontorio a lo largo de la historia han dejado en la región una impronta cultural que nos traslada a un mundo ajeno a la realidad.

Pero es su abrupto paisaje de vertiginosos acantilados blancos, playas aisladas y calas ocultas lo que convierte al Gargano en un lugar agreste y cautivador.

Así que, qué mejor que visitarlo a bordo de un Ferrari Roma. Un vehículo de una belleza que también trasciende el paso del tiempo.

El sencillo muelle de madera del pequeño pueblo costero de Rodi Garganico fue el punto de partida. Como un buen presagio, un albatros (ave de la familia de las Diomedeidae), cuyo graznido, según la leyenda local, representa los lamentos de los soldados de la antigua Grecia por la muerte de su caudillo Diomedes, sobrevolaba el muelle en señal de bienvenida.

El viaje pronto hizo una parada en el patio de una casa de muros encalados según una costumbre que se remonta a los antiguos fenicios.

Las curvas cerradas y las empinadas pendientes que conducen hasta el pueblo de Peschici pusieron a prueba las marchas cortas de la caja de cambios de ocho velocidades del Roma, mientras que, para afrontar las carreteras que bordean los sinuosos acantilados de la costa volcánica, intervino el manettino de 5 posiciones.

La valentía de explorar las escarpadas laderas pronto se vio recompensada con preciosas vistas de bosques cubiertos de pino mediterráneo. Cuenta la leyenda que cada uno de ellos simboliza un pecado cometido por los monjes benedictinos que los plantaron hace siglos.

Los pinares dieron paso a carreteras de un solo carril donde el coche se vio rodeado por un mar de olivos.

Una vez pasados los olivares, el paisaje nos obsequió con unas vistas espectaculares de la recóndita playa de arena de Zaiana, un espacio virgen que solo conocen los habitantes del lugar.

El Ferrari Roma avanzó hacia Vieste, una preciosa ciudad medieval cuyas paredes blancas resplandecían bajo el sol.

Pero el borde del acantilado nos reservaba una sorpresa más: un espléndido ejemplo de trabucco, otra seña de identidad de este territorio irreal. Estas rudimentarias estructuras de madera pueblan la escarpada costa del Gargano desde la antigüedad. Construidas con troncos de pino carrasco, resistentes al agua salada, se anclan con dificultad a las abruptas paredes de los acantilados, lo que permite a los pescadores pulleses lanzar con destreza sus redes a las bravas aguas del Adriático. Un arte que conjuga años de tradición y pasión.

Fue el final perfecto para la visita del Ferrari Roma al Gargano, donde una tierra fascinante dio la bienvenida a un automóvil de belleza atemporal destinado a engrandecer la leyenda de Ferrari.

 

07 dicembre, 2020