Para contrarrestar al nuevo Maserati de cuatro cilindros y dos litros, Ferrari necesitaba desarrollar una nueva arma. Con esta idea en mente, se puso en manos de un antiguo ingeniero de Maserati llamado Massimo el 2.200 cc derivado del Mondial, para hacerlo más fiable y potente. La culata del nuevo motor estaba pintada en rojo y de esta característica toma el nombre el Testarossa. La carrocería era de Scaglietti, igual que la más perfilada de la segunda versión, el 500 TRC, que se reservó a clientes. Aunque nunca corrió como coche del Equipo Ferrari oficial, el 500 TRC consiguió una gran cantidad de victorias gracias a su excelente comportamiento y fiabilidad.