La última vez que un visitante de Roma llegó a Escocia con su tecnología avanzada, la cosa no terminó bien. Dos milenios después, un Ferrari Roma sigue los pasos de los antiguos legionarios a lo largo del Muro de Antonino y lleva el confort de un gran turismo a un entorno cautivador
Texto – Adam Hay-Nicholls
Fotografía - John Wycherley<br>Video – George Howson<br>Editor - Peter Davies
Espectacularmente bello pero salvaje hasta el agotamiento, el lugar más lejano al que llegaron los romanos está marcado por el Muro de Antonino, una fortificación de turba que recorre los 63 kilómetros del centro de Escocia al norte de Edimburgo y Glasgow.
Se extiende desde Old Kilpatrick, en el fiordo del Clyde al oeste, hasta Bo'ness, en el estuario del Forth en la costa oriental.
Construido en torno al año 142 d. C. bajo el mandato del emperador Antonino Pío, los romanos abandonaron el Muro de Antonino unos veinte años más tarde para retirarse 160 kilómetros al sur hasta la Muralla de Adriano, erigida anteriormente y más sólida, que se extendía por lo que hoy son los condados ingleses septentrionales de Cumbria, Northumberland y Durham.
Aproximadamente 1859 años después, armado con un Ferrari Roma, emprendo un lúdico regreso a las insuperables Tierras Bajas. Lo que me propongo es un viaje tranquilo a lo largo de las carreteras nacionales y comarcales que corren paralelas al Muro de Antonino, fragmentos del cual siguen siendo visibles hoy en día. La carrocería de gran turismo urbano y el acogedor interior de cabina doble de mi Roma «Argento Nürburgring» ofrecen protección contra las todavía brutales inclemencias escocesas, y su V8 biturbo de 620 CV demuestra que la innovadora ingeniería italiana ha continuado su ascenso estratosférico. Esta vez, en la mayoría de los casos, los nativos probablemente se rendirán a sus encantos.
El Ferrari Roma en las ruinas del Castillo de Rough, cuya almena de fondo señala el antiguo Muro de Antonino
Mi viaje por carretera comienza en el castillo de Blackness, una estructura tan sombría y premonitoria como su nombre indica. Sus tres torres de piedra del siglo XV contemplan, al otro lado del estuario del Forth, el astillero de Rosyth, que posee una larga historia de construcción de fragatas y portaaviones para la Royal Navy. A mediados del siglo II d. C., este estuario estaba repleto de galeras romanas propulsadas por remeros esclavos.
El extremo oriental del Muro de Antonino comenzaba en realidad a unos cinco kilómetros de distancia, en Carriden, aunque no hay restos visibles. Los primeros indicios de un antiguo foso y fortín se encuentran en Bo'ness, un pueblo más adelante en la A904 que cuenta con una fascinante historia automovilística. Creado en 1934 y situado en Kinneil Estate, el Bo'ness Hill Climb, que cruza el propio Muro de Antonino, fue el primer circuito de automovilismo de Escocia construido como tal. En su apogeo de los años 50 y 60, aquí compitieron pilotos legendarios como Stirling Moss, Jim Clark y Jackie Stewart, y Ferrari también tiene su trocito de historia.
En 1949 llegó a Bo'ness Dennis Poore —industrial y piloto ocasional de Fórmula 1 que financiaría la fundación de la revista Autosport en 1950— con un Alfa Romeo Tipo 8C35 de la antigua Scuderia Ferrari luciendo sus insignias del Cavallino Rampante.
Este monoplaza de 3,8 litros ya había sido conducido en 1935-36 por el malogrado piloto inglés Dick Seaman y el suizo Hans Ruesch. Poore cambió la pintura escarlata del coche por el verde Westminster y en el 49 ganó la Hill Climb, con un recorrido de solo 800 metros, en un tiempo de 33,9 segundos. La Bo'ness Hill Climb se celebró hasta 1966 y después se recuperó en 2008.
Continúo al volante y tomo la B816 pasado Seabegs Wood, donde la muralla y el camino militar son todavía visibles y están salpicados de atractivos bosques. La carretera, que empieza a secarse después de los chubascos de la mañana, sigue la franja del canal Forth y Clyde. Selecciono el modo «carrera» en el manettino solo para escuchar el rendimiento pleno del motor increíble del Roma.
El gran turismo llevó un destello de estilo italiano a los pueblos escoceses a lo largo de la ruta de las antiguas fortificaciones
Bearsden, el elegante barrio de Glasgow, cuenta con dos lugares de interés. El primero es el nuevo cementerio de Kilpatrick, donde, entre tumbas y sepulturas de los siglos XIX y XX, se conservan los cimientos de piedra del Muro de Antonino, incluidos los bordillos de piedra, el relleno de adoquines y las alcantarillas de desagüe. El segundo son los baños romanos de Bearsden, donde el regimiento hacía sus abluciones y se relajaba cuando no estaba de servicio. Desenterrados en la década de los 70 por unos constructores desprevenidos, los restos revelan termas de aguas calientes y frías y varias salas de vapor. Ahora las ruinas son las vistas de una residencia de ancianos de cuatro pisos.
Llego a la orilla norte del Clyde en el pueblo de Old Kilpatrick, en West Dunbartonshire, donde terminaba el Muro de Antoniano. Curiosamente, estamos a menos de cinco kilómetros de la modesta casa de Milton en cuyo taller familiar se crió y aprendió mecánica el mencionado piloto escocés Jackie Stewart antes de llegar a ganar nada menos que tres campeonatos mundiales de Fórmula 1. A mediados de los 60 también compitió en varias prestigiosas carreras de resistencia conduciendo diversos Ferrari, como el 250 GTO, el 250 LM, el 275 P2 y el 330 P4.
Puerto de Bowling: cerca del extremo occidental de la muralla en Old Kilpatrick, donde el fiordo de Clyde entra en el Océano Atlántico
El destino final del Roma es el puerto de Bowling, que goza de una magnífica vista sobre el río Clyde. Ferrari ha obtenido permiso para filmar y, como telón de fondo, tenemos los hermosos veleros atracados y los barcos de pesca. Pero, a pesar de que el capitán del puerto está presente, la residente de una casa flotante no lo permite. Provocada por lo que juro que ha sido apenas un suave golpe de acelerador, una señora bastante corpulenta, vestida de licra negra y naranja, se nos acerca quejándose básicamente del alquiler que le cobra Scottish Canals por el amarre. Si no nos vamos ya, cerrará el portón y nos dejará encerrados. Al igual que hace casi dos milenios, cuando los furiosos pictos hicieron retroceder a los romanos, me apresuro a retirarme del Muro de Antonino.