Como todos los Ferraris, el superdeportivo F50 incorporaba tecnología desarrollada en la pista. Y lo que es más importante, también utilizaba componentes y una técnica de construcción directamente tomados de la Fórmula 1. No es de extrañar que resultara tan apasionante conducirlo
Aunque varios superdeportivos se han comercializado como «coches de Fórmula 1 para la carretera», ninguno se ha acercado tanto a esta definición como el F50, el tercer superdeportivo de edición limitada de Ferrari tras el GTO (1984) y el F40 (1987).
Ir detrás del F40 era una tarea difícil. En el momento de su lanzamiento, el F40 era el coche de carretera más rápido del mundo y el primero en superar los 321 km/h (200 mph). También era el superdeportivo más fascinante de su época: una sobrecarga sensorial de belleza, interactividad embriagadora con el conductor y magníficas prestaciones.
Elevar el nuevo F50 por encima de su consagrado predecesor era un reto enorme, por lo que tenía lógica acudir al equipo de Fórmula 1 en busca de inspiración y apoyo. Pero el resultado final superó con mucho la mera transferencia de tecnología de Fórmula 1 a la carretera (algo nada nuevo para Ferrari). Lo más importante es que los principales componentes del F50 se tomaron directamente de la Fórmula 1, incluidos el motor, la suspensión y la bañera de compuesto de carbono.
En lugar del V8 turboalimentado que propulsaba el GTO y el F40, el F50 contaba con un V12 de mayor cilindrada. Y no era un V12 cualquiera: provenía del motor utilizado en el F1 de 1990, con cinco válvulas por cilindro y una cilindrada aumentada de 3,5 a 4,7 litros. Su potencia máxima era de 520 CV, por encima de los 478 CV del F40. Y aunque este motor atmosférico carecía de la explosiva aceleración del V8 biturbo del F40, lo compensaba con creces con las suaves revoluciones y el bramido del V12, especialmente afinado a medida que se acercaba a la potencia máxima a 8500 rpm. Hay quien cree que el motor del F50 es el mejor V12 jamás construido.
La tecnología de la Fórmula 1 se extendía a todo el coche e incluía un habitáculo monocasco de fibra de carbono en el que se había montado directamente la suspensión delantera. Además, el V12 iba atornillado a la parte trasera del habitáculo como elemento portante de la transmisión y la suspensión trasera, igual que en un coche de Fórmula 1.
Las ventajas de esta técnica de construcción eran una mayor rigidez estructural, menos peso y mejor manejabilidad, las razones por las que se utilizan en la Fórmula 1. Sin embargo, era prácticamente inaudita en un coche de carretera, o incluso en superdeportivos de gama alta, ya que la vibración del motor se transmitía directamente a la cabina y causaba niveles inaceptables de ruido, vibración e incomodidad (NVH). Sin embargo, el cuidado desarrollo y el maravilloso equilibrio del V12 lograron un nivel de perfeccionamiento más que aceptable en el F50.
Aun así, la suspensión era muy dura y la experiencia de conducción, muy absorbente. La suspensión del F50 también procedía directamente de la Fórmula 1 y utilizaba un sistema de varillas de empuje con muelles y amortiguadores montados en horizontal. En las carreras de Fórmula 1, esto permite apartar los componentes de la suspensión del flujo de aire y, de este modo, mejorar la aerodinámica. Después de todo, se trataba de un coche de Fórmula 1 para la carretera.
Los frenos eran de discos ventilados perforados en cruz. No había servoasistencia, ABS ni tampoco dirección asistida. El F50 era un coche muy analógico. También era, como cabía esperar, muy rápido: la velocidad máxima era de 325 km/h y el 0-100 km/h se conseguía en 3,8 segundos desde el reposo. Puede que tuviera el listón muy alto, pero era más rápido que el F40.
Presentado en el Salón de Ginebra de 1995 para celebrar el 50 aniversario de Ferrari —sin importar que se adelantara dos años—, la producción del F50 duró hasta 1997 y se limitó a 349 coches.
A día de hoy, el F50 sigue siendo uno de los Ferraris más fascinantes para conducir y, según algunos, el mejor. Con un motor maravilloso y un chasis soberbio, no solo era rápido, sino también extremadamente controlable en velocidad. El GTO era un coche de carretera mucho más cómodo y el F40 siempre se consideró el semental salvaje. Pero en lo que respecta al atractivo para el conductor, incluida la magia que solo un gran V12 puede ofrecer, el F50 sigue siendo un logro supremo.