La potencia de Maranello ha recorrido un largo camino desde 1947. Propulsado por un V12 Colombo de 1,5 litros (el V12 más pequeño de la historia), el primer Ferrari 125 S producía 118 CV, mientras que el actual SF90 Stradale alcanza los 1000. Y ahora, como veremos, el nuevo SF90 XX lleva esa cifra aún más lejos.
El viaje de Ferrari en caballos de potencia ha supuesto, naturalmente, un aumento de rendimiento. Y lo que quizá resulta más sorprendente, ha ido acompañado de una facilidad de conducción mucho mayor. Los Ferraris modernos son mucho más manejables y fáciles de controlar, especialmente a bajas revoluciones. Son más rápidos, más estimulantes y, cuando se quiere, también más dóciles.
Pero volvamos a la curva de potencia. En estos 77 años, el camino ha sido empinado y ha ganado progresivamente más pendiente a medida que avanzaba el viaje. En 1950, los V12 de Ferrari producían más de 200 CV.
En 1959, cuando se presentó la versión más codiciada del 250 GT Berlinetta —de batalla corta—, la potencia llegaba a los 280 CV. El V12 Colombo había aumentado a 3 litros y la potencia se había más que duplicado, sobre todo porque también la cilindrada se había multiplicado por dos. Aun así, el V12 utilizaba una sola leva en cabeza y dos válvulas por cilindro, y respiraba a través de carburadores Weber, igual que aquel 125 S de 1947.
En 1966, en el 275 GTB4 se introdujo una versión V12 de cuatro árboles de levas (doble árbol de levas en cabeza por bancada de cilindros) del venerable motor Colombo, con una respiración del motor muy mejorada. Una versión de 4,4 litros de ese motor propulsaría el 365 GTB4, alias Daytona, que debutó en 1968. El Daytona de 352 CV, el coche de carretera más potente de Ferrari hasta la fecha, era más un poderoso caballo de batalla que un poni desbocado: más grande, más musculoso, tanto gran turismo como estrella de la pista. Era el Ferrari de serie más rápido hasta el momento: la velocidad máxima era de 280 km/h (más de 170 mph).
En 1971 llegó un nuevo motor plano de 12 cilindros (en esencia, un V12 a 180 grados) tomado de la Fórmula 1. Se utilizó por primera vez en el 365 GT4 BB, más conocido como Boxer. Los años 70 fueron una época difícil para los coches de altas prestaciones, ya que las nuevas normativas sobre emisiones estrangulaban la potencia. Sin embargo, gracias a la inyección de combustible y a una sofisticada gestión del motor, pronto se superaron estos obstáculos. Los coches posteriores no solo eran más limpios que nunca, sino también más rápidos. Cuando el motor plano de 12 cilindros apareció en el 512 TR (sucesor del Testarossa), la potencia ya había superado holgadamente los 400 CV (428 CV, para ser exactos).
El F50 de edición limitada, que se lanzó en 1995, vio superada la marca de los 500 CV. Como también utilizaba una versión de un motor de Fórmula 1, una potencia tan escandalosa no era de extrañar. El primer coche de producción en serie en superar los 500 CV sería el 575M Maranello de 2002 (con 515 CV).
Solo cuatro años después se produjo un salto mucho mayor con el 599 GTB Fiorano. Su nuevo V12, basado en el grupo propulsor del supercar Enzo Ferrari, aumentó la potencia máxima a 620 CV. Su enorme potencia se debía a numerosos avances técnicos (incluida la distribución variable continua de las válvulas), a una mayor cilindrada de 6 litros y a su disposición a acelerar. El límite de revoluciones del coche era de 8400 rpm.
Hoy en día, ese mismo impresionante V12 —ampliado a 6,5 litros— se utiliza en el Purosangue y en el 812 (Superfast y GTS), en los que produce 800 CV. El régimen máximo es de 8900 rpm. Con 123 CV/litro, es uno de los motores atmosféricos más eficientes jamás fabricados. Los detalles técnicos, como la inyección directa de combustible a 350 bares y los conductos de admisión de geometría variable, garantizan una gran potencia y una excelente facilidad de aceleración, incluso a bajas revoluciones.
Ahora bien, para llegar a los 1000 CV, Ferrari necesitaba una nueva tecnología. El LaFerrari de 963 CV de 2013 mostró por primera vez las posibilidades de la propulsión híbrida eléctrica, presentada recientemente en la Fórmula 1. En 2019, el SF90 Stradale híbrido enchufable combinaba un V8 turbo de 780 CV y tres motores eléctricos para producir unos estratosféricos 1000 CV.
El último SF90 XX aumenta esa cifra en otros 30 CV. Al igual que en el SF90 Stradale, los motores eléctricos complementarios no solo aumentan la potencia y el rendimiento total: ayudan a aumentar la facilidad de conducción y el par motor a bajas revoluciones. En un avance que ni siquiera un visionario como Enzo Ferrari podía haber previsto, estos SF90 no solo son los Ferraris de carretera más rápidos y potentes de la historia, sino que además tienen el menor consumo oficial de combustible y pueden circular sin emisiones.