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20 abr 2016Races

Una vuelta en el simulador con Kimi

20 abril 2016

Del otro lado de la pared nos llega el ruido de aceleraciones y fuertes frenadas de la Fórmula 1. La Fórmula 1 no está y, sin embargo, el piloto está sentado en un chasis de carbono, tiene delante la última versión del volante Ferrari con todos los mandos perfectamente funcionando y por la visera del casco ve el circuito donde se celebrará el próximo Gran Premio. Ve los árboles al lado de la pista, las tribunas, incluso las vallas publicitarias.

Sumergido en la realidad virtual del simulador, sentado en una gigante ‘araña’ negra, que a los que tenemos más de 40 años nos recuerda muchísimo al módulo lunar LEM, nuestro piloto -Kimi Raikkonen, en este caso- puede preparar todas las fases de su próxima carrera: salidas, curvas, frenadas. O bien “probar” un nuevo alerón, una nueva suspensión, obteniendo impresiones de conducción increíblemente cercanas a la realidad, que luego compartirá con los ingenieros. Dave Greenwood, que lo sigue en pista, está sentado al otro lado de la cristalera, en una sala larga y estrecha que da a la ‘araña’. También está su ingeniero de vehículo, Carlo Santi, y los técnicos especializados del simulador.

 

Las pantallas son parecidas a las de la telemetría de los boxes, los datos prácticamente los mismos. “El simulador –explica el performance engineer Daniele Casanova- es una máquina estudiada para ‘engañar’ al piloto, para que se crea que realmente está conduciendo un monoplaza”. Un concepto muy diferente del de los videojuegos: no solamente porque hay un solo coche en el circuito, sino porque más que efectos especiales lo que se busca es la máxima fidelidad posible entre los datos obtenidos en los varios circuitos y los datos que indica la máquina.

No obstante, la precisión de la imagen y los datos por sí solos no serían suficiente: un simulador también trabaja en el cerebro humano, en la capacidad de retener imágenes, de vivir la ilusión del movimiento, por ejemplo, como cuando estamos sentados en un tren parado y el de al lado empieza a moverse. Sin estos detalles sería imposible reproducir ciertas sensaciones de conducción: en una curva como la 3 de Montmelò, por ejemplo, para simular la aceleración lateral que ‘empuja’ al piloto hacia la izquierda, los brazos hidráulicos de la araña deberían seguir extendiéndose durante cientos de metros. Pero el simulador es una máquina viva, que se actualiza constantemente y que, a ese cuerpo metálico, acopla un alma software en continua evolución.

Hoy en día, que las pruebas en pista están reducidas al mínimo, la realidad virtual ha convencido incluso a los pilotos más desconfiados. Quien trabaja en la estructura de Maranello siente el mismo orgullo y la misma pasión de quien desarrolla el vehículo en el circuito. Al final de un largo día de trabajo, Kimi estará casi más cansado que si hubiera conducido esas mismas horas en un circuito. Puede que no físicamente porque –come hemos dicho antes – es imposible reproducir todos los esfuerzos físicos de una curva de 4G laterales. Pero cansado porque su cerebro ha trabajado para sumergirse en la realidad simulada, ha asimilado impresiones, instrucciones que, luego, en la vida real, se traducirán en una sola palabra: prestaciones.

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