En medio de grandes celebridades, tragedias y triunfos, hay que señalar que, siendo una firma de automóviles relativamente pequeña, Ferrari fabricó una asombrosa variedad de modelos durante sus primeros años. Mientras la reputación de la marca se aceleraba literal y figuradamente en la pista de carreras, la trayectoria de su gama de coches de carretera era igualmente espectacular.
También reflejaba el espíritu de la época. Tras la agitada década de la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas, en el mundo comenzaron a florecer de nuevo los industriales y financieros, clase ahora reanimada con una nueva generación de estrellas del entretenimiento. Además de ingeniero, Enzo Ferrari era un astuto comerciante y cortejaba a esta nueva élite con magistral vigor. Su alianza con Pininfarina, socio de diseño, tuvo como resultado una serie de coches con un atractivo estético sin igual.
Pero en la línea de Ferrari pronto surgió una gama superior. Hoy en día, muchos opinan que los grandes turismos de Ferrari con motor delantero V12, tipificados por el 812 Superfast, son la expresión definitiva de su arte. Las raíces de este coche se encuentran en el America, el Superamerica y los modelos Superfast originales de los 50.
Uno de los automóviles más fascinantes de la historia del Cavallino Rampante es sin duda el 410 Superfast que debutó en el Salón del Automóvil de París de 1956. Los estudiantes de diseño automotriz sabrán que los grandes diseñadores de coches estadounidenses, hombres como Harley Earl y Virgil Exner, estaban enormemente influenciados por lo que sucedía en Italia y visitaban el país con regularidad.
Curiosamente, el Ferrari 410 Superfast de Pininfarina se hace eco de la admiración estadounidense por las alas traseras y el cromo, además de experimentar con las primeras ideas aerodinámicas. Aquí destacan numerosos aspectos de diseño: el techo está en voladizo y la estructura superior prescinde de los pilares A tradicionales, lo que confiere al Superfast el aspecto único de un habitáculo de cristal. Las extensiones traseras del techo llevan difusores dobles a ambos lados. También hay una abultada protuberancia en el capó, faros cubiertos y protectores cromados en el parachoques delantero. Pero son los carenados de las ruedas traseras y las alas traseras lo que más distingue a este Ferrari en particular. Aunque estaba basado en un Superamerica, su batalla era 200 mm más corta y llevaba el V12 de competición de 5 litros y 60° del deportivo de carreras Ferrari 410 S, lo que le daba la velocidad incluida en el nombre.
El inspirado diseño del 410 Superfast influyó en otros tres deslumbrantes one-offs para clientes antes de que la experimentación aerodinámica de Pininfarina se hiciera aún más evidente. El Superfast II se presentó en el Salón del Automóvil de Turín de 1960 con una silueta aún más acusada en forma de lágrima y unas características aerodinámicas que incluían faros retráctiles del color de la carrocería y cubiertas para las llantas traseras. A continuación, Pininfarina reutilizó el mismo chasis con otra carrocería para crear el Superfast III, expuesto en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1962. Ahora el exterior blanco era verde, llevaba pilares más ligeros y la rejilla retráctil suavizaba el flujo de aire. La última generación fue, en efecto, el Superfast IV, un coche que realmente acorta distancias entre la glamurosa década de Ferrari en 1950 y la apasionada promesa de la década siguiente, que difumina la línea entre el prototipo y el coche real.
Su influencia en el coche de carretera 500 Superfast de mediados de los años 60 es clara. Puede que desarrollara la aerodinámica de sus predecesores pero, en lugar de para osados pioneros, este era un coche para los más fieles entre los seguidores de Maranello. Enzo Ferrari se dio cuenta de que incluso entre su adinerada base de clientes había espacio para algo realmente magnífico y artesanal.
Revelado en el Salón de Ginebra de 1964, el motor V12 de 5 litros y 400 CV del 500 Superfast fundía en realidad el trabajo de los dos grandes del diseño de motores Ferrari, Gioachino Colombo y Aurelio Lampredi. Ferrari declaró que el coche alcanzaba una velocidad máxima de 280 km/h, lo que lo convertía en el GT más rápido del mundo. Durante sus 28 meses de producción, solo se fabricaron 37 ejemplares, cada uno según las especificaciones precisas del propietario y con innovaciones tales como dirección asistida, aire acondicionado y luneta calefactada, así como limpiaparabrisas trasero.
Su perfil conservó la silueta aerodinámica en forma de lágrima, pero elevó la línea del maletero como llamativo contrapunto a la rejilla ovalada extendida de la parte delantera. El parabrisas mostraba una curva recatada, las lamas de los pasos de rueda delanteros añadían un toque expresivo y los laterales de la carrocería recordaban al fuselaje de un avión.