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Carreras

Historia de un sacrificio

Peter Collins, piloto de Ferrari, cedió su coche a Fangio, su compañero de equipo, para ayudarle a ganar un cuarto título mundial. Al hacerlo, sacrificó su propia oportunidad de convertirse en campeón del mundo
Texto – Gavin Green

Fue quizá el mayor acto de deportividad en la historia de la Fórmula 1. Un piloto con posibilidades de ganar la carrera y el título mundial cedió su coche a otro piloto para permitirle optar al título en su lugar.

Esta dramática historia de sacrificio tiene lugar, convenientemente, en Monza, el más famoso de todos los circuitos de carreras. E involucra a Ferrari, el más célebre de todos los equipos de Fórmula 1.

Para la ronda final del Campeonato del Mundo de 1956, tres pilotos tenían oportunidades de ganar el título: el campeón titular Juan-Manuel Fangio y su compañero de equipo de Ferrari, el joven Peter Collins, en su primer año con la escudería. El tercer corredor era Jean Behra, de Maserati, un experimentado corredor francés.

Fangio partió desde la pole con su Ferrari D50 número 22, pero completaría la carrera y ganaría el Campeonato del Mundo con el coche que le seguía, el número 26 pilotado por Peter Collins

Fangio era el claro favorito. Llevaba una ventaja de ocho puntos sobre Collins y Behra tras sus victorias en Argentina y en las dos carreras anteriores al GP de Italia: Gran Bretaña y Alemania.

La sorpresa de la temporada fue Collins. Con solo 24 años, y en su primera temporada completa de Fórmula 1, había logrado victorias memorables en Bélgica y Francia y superaba constantemente a Eugenio Castellotti y Luigi Musso, sus experimentados compañeros de equipo. Además, después de haber adoptado el estilo de vida italiano con los brazos abiertos, este duro piloto también se había convertido en uno de los favoritos de Enzo Ferrari.  

En Monza, en aquel memorable día de septiembre, Fangio, ya tres veces campeón del mundo, comenzó (quizá previsiblemente) desde la pole, por delante de sus compañeros de equipo Castellotti y Musso. El Maserati de Behra estaba de nuevo en quinto lugar, Collins en séptimo.

Las cuentas estaban claras. Para conseguir el título, Collins tenía que ganar y Fangio llegar en tercer puesto o inferior. De lo contrario, Fangio sería nuevamente coronado campeón.

Collins, un corredor duro con un gran amor por Italia, rápidamente se convirtió en el favorito de Enzo Ferrari

La mayor preocupación para Ferrari era el desgaste y el fallo de los neumáticos. En aquellos días, el circuito de Monza incluía un anillo de alta velocidad, pero las altas velocidades y la tosca superficie del anillo destrozaban el caucho. 

En la quinta vuelta, a los Ferraris de Castellotti y Musso, luchando por el liderato, se les reventaron los neumáticos traseros izquierdos. Ambos pilotos recuperaron heroicamente el control y se arrastraron hasta los boxes. Una vuelta más tarde, De Portago, su compañero de equipo, patinó de forma espeluznante a 257 km/h al explotarle un neumático. En la undécima vuelta estalló el neumático trasero izquierdo de Collins. Se acercó renqueando a los boxes en busca de una cubierta nueva.

Mientras tanto, Fangio luchaba por el liderazgo y parecía imbatible, ya que era el único piloto de Ferrari que no había sufrido un reventón. Pero el argentino, el mejor piloto de Fórmula 1 de los años 50, entró lentamente en boxes con las ruedas delanteras apuntando en direcciones opuestas en la vuelta decimoctava. El brazo de dirección derecho del D50 con motor V8 se había roto. Fangio estaba fuera. Poco después, Behra retiraba su Maserati.

Mientras tanto, Collins avanzaba. A la mitad de la distancia (25 vueltas), corría cuarto. 


El invulnerable Fangio llegó a Monza con una ventaja de ocho puntos sobre el joven Collins, tras haber conseguido la victoria en Argentina, Gran Bretaña y Alemania antes del GP de Italia

En la vuelta 35, ya en tercer lugar, Collins entró en boxes para un cambio de neumáticos y magnánimamente cedió su coche a Fangio, jefe de equipo. En aquellos días caballerescos no era inusual que los pilotos más jóvenes cedieran su vehículo a los jefes de equipo: de hecho, Fangio había ganado el primer GP de esa temporada de 1956 (en Argentina) tras requisar el coche de un compañero de equipo, Musso. (Si se compartía un automóvil, los puntos se dividían entre los conductores). 

Sin embargo, el gesto de Monza era mucho más noble y sublime. Collins tenía ciertas posibilidades de ganar la carrera y, con ella, el Campeonato del Mundo. Fangio (en el coche de Collins) terminaría segundo, solo seis segundos detrás del Maserati de Stirling Moss, que entró perdiendo velocidad por un neumático trasero muy desgastado.

Fangio conocía la magnitud del sacrificio de Collins. «Este gesto me conmovió tanto que se me saltaron las lágrimas», declaró más tarde. 

Collins, de solo 24 años, calculó que tendría otras oportunidades. Menos de dos años después, murió cuando su Ferrari se estrelló en el peligroso Nürburgring.